Muchos se ríen cuando oyen “computación cuántica”. Les suena a ciencia ficción. A mí me suena a ventaja. A oportunidad. A esos momentos en los que el mercado todavía no ha pillado lo que está pasando.
D-Wave no es una promesa. Es una empresa con tecnología funcionando, con clientes de verdad (Volkswagen, Mastercard, NASA), con un producto que resuelve problemas que los ordenadores clásicos ni huelen. ¿Te imaginas entrar en Nvidia en 2015 sabiendo lo que sabes hoy? Pues con D-Wave puede pasar algo parecido.
Está en máximos anuales, con fuerza, con volumen, y saliendo de una base de acumulación. No es que suba por moda: sube porque empieza a haber demanda real por lo que hace. La acción ya ha descontado el cambio de narrativa. Ahora falta que lo haga el mercado en masa.
Yo no necesito que lo entienda todo el mundo. Me basta con ver que hay algo único, en marcha, y que aún cotiza como si estuviera al borde del colapso. D-Wave es pequeña, sí. Pero cuando los grandes se den cuenta, ya no estará barata.
A veces, la independencia financiera no viene de lo cómodo, viene de ver antes que el resto.
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