Con 46 años, tengo un olfato especial para identificar tanto las oportunidades como los fracasos. Me entristece ver cómo locales abren con toda la ilusión del mundo, solo para enfrentarse a un futuro que parece condenado desde el inicio. Lo mismo me sucede en el sentido opuesto: hay negocios que, desde el primer vistazo, huelen a éxito.
El otro día mencionaba el caso de La Sirena y el aire que desprende de negocio fallido. No entiendo en qué estaba pensando José Elías al invertir un solo euro en ese proyecto. Él presume de ser un empresario exitoso, pero la realidad es que las empresas que ha adquirido tienen un rendimiento lamentable.
No digo esto por criticar por criticar. De hecho, admiro su capacidad de comunicación. Sin embargo, en el terreno práctico, es evidente que su "olfato empresarial" deja mucho que desear, o al menos no está lo suficientemente afinado.
Si hubiera sido amigo mío, jamás habría comprado La Sirena. Con una inversión mucho menor, podría haberle montado un negocio capaz de generar veinte veces más facturación y rentabilidad.
Señor Elías, si me lees, te invito a que un día visites Tarragona. Pasa por el cruce de Pere Martell con la Calle Ibiza. Ahí podrás comprobar cómo no supiste leer el mercado. Te tirarás de los pelos al observar cómo los clientes pasan de largo frente a La Sirena y se dirigen, sin dudar, hacia El Panet, en la esquina.
Ese sí que es un negocio exitoso. Desde que abre hasta que cierra, la caja no para de sonar. Por cada cliente que entra en La Sirena, veinte entran en El Panet, y siete más en Bon Área, a apenas 25 metros de distancia. La diferencia no solo está en la calidad del producto o el precio, sino en algo mucho más profundo: entender lo que realmente busca el cliente y saber cómo ofrecérselo.
El Panet no tiene una gran fachada ni una campaña publicitaria millonaria, pero ha conseguido algo que pocos logran: conectar con su público. Ofrecen lo que la gente necesita de forma sencilla, rápida y sin complicaciones, mientras que La Sirena, con su aire frío y sus productos que requieren planificación, parece fuera de lugar en un entorno donde prima la inmediatez.
Observa cómo la gente entra y sale con bolsas llenas, cómo forman cola incluso en días laborales, mientras La Sirena lucha por captar la atención de algún transeúnte ocasional. El Panet no vende solo pan, vende experiencia, cercanía y comodidad, mientras que La Sirena parece un negocio atrapado en una fórmula que hace años dejó de funcionar.
Si te quedas un rato observando, verás cómo las decisiones acertadas, por más pequeñas que parezcan, marcan la diferencia.
Cada detalle importa: la ubicación, la oferta, el trato al cliente, e incluso cómo presentan sus productos. Es un manual de éxito a simple vista. Señor Elías, con ese nivel de inversión, podías haber creado un negocio que no solo compitiera con El Panet, sino que marcara un antes y un después en la zona. Sin embargo, ahí está La Sirena, como un ejemplo más de lo que ocurre cuando se ignora lo esencial en el mundo empresarial .
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