Déjame ponerte en una situación: imagina que eres una empresa. Sí, tú. Con tus horas de trabajo, tu experiencia, tus conocimientos, tus contactos, tu capacidad para resolver problemas y tu potencial para aprender cosas nuevas. Todo eso son tus "activos". Ahora, párate un momento y piensa: si alguien tuviera que comprarte, ¿por cuánto te valorarías?
Es una pregunta incómoda, ¿verdad? Pero es importante. Porque muchas veces nos pasamos la vida trabajando como si fuéramos una máquina que solo sirve para intercambiar horas por dinero. Y lo peor: nunca nos paramos a pensar si ese intercambio está realmente equilibrado.
Las empresas no funcionan así. Una empresa no vale por las horas que trabaja su dueño, sino por los beneficios que genera. Por los sistemas que tiene en marcha, por su capacidad para seguir funcionando aunque el jefe no esté presente, y por el potencial que tiene para crecer. Una buena empresa no depende del sudor de su dueño. Y, sin embargo, nosotros vivimos como si fuéramos esclavos de nuestra propia “empresa personal”.
¿Cuánto generas hoy con lo que haces? ¿Es suficiente para vivir bien? Y más importante: ¿te imaginas cuánto podrías generar si dejas de pensar como un empleado y empiezas a pensar como un empresario?
Porque la clave está ahí. En aprender a multiplicar tu tiempo, tus habilidades y tu esfuerzo. En convertirte en alguien que no depende exclusivamente de un sueldo. ¿Cómo? Invirtiendo en ti mismo, desarrollando nuevas habilidades, creando fuentes de ingreso que no dependan de tu tiempo directo.
Piensa en tus “ratios”. ¿Cuánto tiempo dedicas a algo que realmente te hace crecer? ¿Cuánto estás dejando sobre la mesa por no negociar mejor, no aprender más, no arriesgarte un poco? Porque, al final, los que consiguen aumentar su valor son los que entienden que no se trata de trabajar más duro, sino de trabajar más inteligente.
Te lo digo sin rodeos: si sigues funcionando como un “empleado” de tu propia vida, nunca vas a llegar lejos. Pero si empiezas a verte como una empresa con potencial, todo cambia. Porque las empresas no se lamentan por lo que no tienen; trabajan para multiplicar lo que sí tienen.
Y tú, ¿qué vas a hacer? ¿Seguir regalando tus horas o empezar a construir algo que realmente valga?
No hay comentarios:
Publicar un comentario